Por Diego Molinas_ Presidentes de Chile, Brasil, Colombia, Uruguay y España se reunieron en Santiago para firmar una declaración común que defiende la institucionalidad democrática, promueve la justicia social y denuncia las presiones externas, en un escenario global marcado por tensiones con Estados Unidos y desafíos al orden multilateral
En el Palacio de La Moneda, sede del gobierno chileno, los presidentes Gabriel Boric, Luiz Inácio Lula da Silva, Gustavo Petro, Pedro Sánchez y el candidato uruguayo Yamandú Orsi encabezaron la cumbre "Democracia Siempre", una instancia que busca responder a los desafíos políticos del presente: el debilitamiento de las instituciones democráticas, el avance de los discursos autoritarios, la manipulación digital y las tensiones internacionales provocadas por políticas unilaterales, en particular las impulsadas por sectores del gobierno estadounidense.
La cumbre fue concebida como una plataforma de concertación entre líderes con distintas trayectorias, pero con una preocupación común: la amenaza que enfrentan las democracias en un contexto de creciente polarización, desigualdad e intervencionismo externo. “La democracia no puede ser solo una forma de administración. Debe ser un horizonte compartido de justicia, dignidad y libertad”, expresó Boric al abrir el encuentro.
Uno de los ejes centrales del encuentro fue la crítica a las políticas proteccionistas impulsadas por la administración de Donald Trump, que en los últimos meses aplicó medidas arancelarias unilaterales contra exportaciones clave de la región. Este gesto fue leído como un intento de presión económica y política. Frente a eso, los mandatarios reafirmaron su defensa del multilateralismo, la cooperación entre Estados soberanos y el respeto a los principios de no injerencia.
La declaración conjunta que surgió de la cumbre denuncia las presiones externas que buscan fragmentar o debilitar los proyectos regionales, y al mismo tiempo hace un llamado a fortalecer los lazos entre países del Sur global, articulando respuestas comunes ante los desafíos estratégicos.
Otro de los puntos centrales fue la constatación de que el deterioro democrático está estrechamente ligado a la desigualdad social. La cumbre afirmó que el crecimiento de expresiones autoritarias se nutre de la frustración ciudadana ante la falta de oportunidades, el estancamiento económico y la concentración de riqueza. Por ello, se abogó por políticas redistributivas, garantía de derechos y mejora de las condiciones de vida como pilares insustituibles de la estabilidad democrática.
“Si no hay justicia social, lo que crece es el autoritarismo, no la libertad”, fue una de las ideas fuerza planteadas durante las intervenciones, en un mensaje que busca también interpelar a organismos internacionales, actores económicos y elites políticas.
Los líderes también abordaron la necesidad de regular las plataformas digitales, denunciando el uso de algoritmos para manipular información, erosionar el debate público y socavar la confianza en las instituciones. Se propuso impulsar una gobernanza democrática del espacio digital, que impida que las redes sociales se conviertan en vehículos de odio, noticias falsas o campañas de desinformación masiva.
Este eje, vinculado a las transformaciones tecnológicas globales, apunta también a las formas en que grupos radicalizados y sectores económicos han encontrado en el caos informativo una vía para socavar procesos electorales y promover agendas regresivas.
La declaración firmada por los presidentes será llevada a la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre, con el objetivo de darle proyección internacional y buscar adhesiones. La cumbre no se planteó como un bloque cerrado ni como una réplica del viejo eje progresista regional, sino como una articulación flexible entre países que valoran la democracia, promueven la integración regional y defienden su soberanía ante presiones externas.
En este sentido, la reunión tuvo también un claro contenido estratégico: frente a un mundo en transformación, con un orden multipolar emergente, se impone la necesidad de que América Latina hable con voz propia, defienda sus intereses comunes y consolide alianzas que permitan sostener la autonomía política frente a los grandes centros de poder.
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