Los rituales
cotidianos del barrio, en medio de los días y sus penas, son motivo de
encuentro. Pasarle unos
gajitos de ruda al vecino, convidarle al pariente un trago. En medio de las
penas y la rutina, ese gesto que hacía la abuela de mi abuela y que a mí me
enseñó la mía no solo es una forma de cuidarnos espritualmente y dialogar con
lo trascendente. Es pensar y sentir con otros el tiempo, el invierno con otros.
Es enlazarnos con una historia, una tradición, una pertenencia. De ahí venimos.
Y acá estamos. A pesar de mil destierros, seguimos. Venimos de lejos… y vamos
más lejos.
Una raíz
guaraní que florece en el conurbano
La caña con
ruda no es costumbre suelta ni moda pasajera: es una ceremonia antigua que
sigue viva. Llegó desde los pueblos guaraníes, que sabían que agosto era el mes
más difícil: el mes de la muerte, del frío implacable, de las enfermedades. Por
eso mezclaban el fuego de la caña con la sabiduría protectora de la ruda. Para
espantar los males. Para pedir por la salud, por los cuerpos, por los vínculos.
Esa sabiduría
viajó con las migraciones del norte y del Paraguay, con familias que cruzaron
el mapa buscando trabajo, y trajeron con ellas una forma de mirar y habitar el
mundo. Y acá sigue: presente en las manos de quienes preparan la botella con
tiempo, la dejan macerar y luego la ofrecen con respeto, como quien comparte un
secreto que no se aprende en los libros.
Un trago contra
el olvido, un gesto hacia la trascendencia
En tiempos
donde la tristeza es política de Estado, y los gobiernos como el de Milei solo
garantizan ajuste y abandono, la caña con ruda vuelve a tener sentido. Porque
no es solo protección frente al invierno: es un diálogo con algo más grande.
Con lo que nos cuida aunque no tenga nombre. Con los que ya no están pero
siguen entre nosotros.
Es un modo de
desafiar los dolores. De tener un gesto de ternura en medio de la intemperie.
De recordar que el cuidado es una dimensión comunitaria con los que están y los
que ya no están. La caña con ruda es uno de esos gestos se afirma algo que no
pudieron quebrar ni el desarraigo, ni la pobreza, ni los malos gobiernos, el
alma de este pueblo esta hecha de lo comunitario y dialoga en la trascendencia,
con tiempos mejores, que vendrán.