“Si estás viendo este video es porque fui secuestrado contra mi voluntad por el Estado de Israel, quiero volver pronto a mi Patria”. Con esa frase, el capitán argentino Carlos “Cascote” Bértola aparecía en un video grabado previamente, previendo la posibilidad de una detención ilegal por parte de Israel. Esa grabación preventiva, que comenzó a circular tras la interceptación de la Flotilla Global Sumud, confirmaba lo que muchos temíamos: el operativo violento contra la misión humanitaria rumbo a Gaza.
Lo que empezó
como un gesto de solidaridad internacional se transformó en una escena de
secuestro masivo en alta mar. Más de 500 personas de 44 países, que
llevaban alimentos y medicinas hacia una población sitiada, fueron detenidas
por la marina israelí en aguas internacionales.
El secuestro
Gracias a las transmisiones
en vivo, y a pesar de los intentos de sabotaje electrónico contra radios,
GPS y cámaras, quienes seguíamos en tiempo real a la flotilla pudimos ver cómo
los barcos eran rodeados uno a uno, aislados de toda comunicación, y cómo
soldados encapuchados irrumpían en cubierta.
Las imágenes
muestran a los tripulantes con chalecos salvavidas levantando sus pasaportes
frente a las cámaras, repitiendo en distintos idiomas la misma frase: “fui
detenido contra mi voluntad”. Se escucharon detonaciones de granadas
aturdidoras, maniobras de hostigamiento con lanchas rápidas y órdenes militares
gritadas en hebreo e inglés. Una a una, las embarcaciones fueron neutralizadas
y finalmente trasladadas hacia el puerto de Ashdod, donde las y los
tripulantes permanecen retenidos.
Los argentinos
secuestrados
Entre las y los
detenidos se encuentran Carlos Bértola y Jorge González, ambos
capitanes argentinos que conducían embarcaciones de la flotilla; la dirigente
política María Celeste Fierro; el ex legislador Ezequiel Peressini;
y el activista de derechos humanos Nicolás Calabrese.
Su
participación respondía a un compromiso claro: llevar ayuda humanitaria y
romper el bloqueo que Israel impone sobre Gaza, donde 2,3 millones de personas
sobreviven en condiciones extremas. Hoy, ese compromiso se paga con la
privación de libertad en manos de un Estado que criminaliza la solidaridad.
Un reclamo
urgente
La Flotilla
Global Sumud estaba compuesta por diputados y parlamentarios de distintos
países, dirigentes sociales, artistas, periodistas y médicos voluntarios.
Una de las presencias más simbólicas es la de Nkosi Zwelivelile “Mandla”
Mandela, nieto de Nelson Mandela, quien se embarcó ligando la causa
palestina con la lucha contra el apartheid en Sudáfrica.
Desde Argentina
debemos exigir a la Cancillería y al Consulado en Tel Aviv que
garanticen la vida, la integridad física y la inmediata liberación de nuestros
compatriotas. No se trata solo de cinco nombres propios: es el deber de un país
de defender a su gente y, al mismo tiempo, afirmar el derecho de los pueblos a la
solidaridad y a la dignidad.
Orgullo
argentino en la solidaridad con Palestina
El gesto de
nuestros compatriotas trasciende la coyuntura: argentinos y argentinas que
eligieron ponerse del lado de Palestina, de la justicia y de la dignidad de un
pueblo cercado. Subirse a esos barcos fue una decisión consciente: sabían
los riesgos y aun así navegaron, convencidos de que romper el bloqueo a Gaza
es también defender la humanidad entera.
Hoy están
secuestrados, pero su valentía nos llena de orgullo colectivo. En la
Flotilla Sumud, Argentina estuvo presente con su mejor tradición: la de la
solidaridad, la de quienes entienden que la libertad de Palestina no es una
causa ajena, sino parte de la lucha universal contra la opresión.




