En esta entrevista, Gastón Harispe analiza el cierre de listas como expresión de una nueva correlación de fuerzas en el peronismo, repasa los desafíos geopolíticos y sociales que atraviesa la Argentina y plantea la necesidad de una conducción estratégica capaz de enfrentar la fragmentación y construir un proyecto nacional con anclaje popular.
—¿Cómo viste el cierre de listas?
—El cierre de listas tiene una
lectura previsible. Hay una relación de fuerzas que ya existía y que se fue
consolidando en términos organizativos. Yo siempre digo en la organización
donde milito que la política está por delante de la orgánica. Es saludable que
así sea. Tiene que haber más política que organización, porque la organización
tiene que expresarse después. Lo otro es un formalismo sin alma.
La supremacía del espacio de Axel
Kicillof, Derecho al Futuro, fue evidente frente a otros sectores. Porque hay
un devenir histórico que empuja. No hay rupturas totales en el peronismo, sino
mutaciones, momentos de cambio de estado. Hoy estamos frente a uno de esos
momentos.
—¿Hay una nueva
conducción?
—Hay una conducción que va
emergiendo, aunque todavía no conduce al conjunto. Hay tensiones, retazos de
burocracia, disputas entre aparatos, estilos que persisten. Y también un dato
material: el intendentismo tuvo peso, pero la tropa de Kicillof creció. Hoy es
un actor principal en la provincia de Buenos Aires. Magario encabeza la tercera
sección, Katopodis la primera. Se consolidó una mayoría cualitativa.
Esto no significa que todo esté
definido. El proyecto necesita un salto doctrinario, ideológico. Hay una
hegemonía en discusión. Y eso es saludable, porque por muchos años una lógica
restrictiva ahogó el debate político. Hoy hay un intento de abrirlo.
—¿Qué rasgos destacarías
de esta etapa de Kicillof?
—Tiene una virtud: está en el
análisis de hoy. No en la nostalgia ni en la defensa de los logros del pasado.
Y eso, en tiempos de crisis, es vital. Necesitamos conducir desde el presente
hacia el futuro. Él interpreta el momento histórico, y lo hace desde una
provincia que siempre fue la columna vertebral del proyecto nacional. Por eso
yo insisto con esta imagen: Kicillof puede ser como Juan Manuel de Rosas, en el
sentido de convocar a la unidad nacional desde Buenos Aires, no para fragmentar
sino para ordenar.
Frente a una Argentina
disgregada, que empuja a las provincias a negociar por su cuenta con el
exterior, el peronismo tiene que afirmar políticas antifragmentarias. Hay
actores internacionales —grandes corporaciones, organismos financieros— que
buscan negociar con cada provincia como si fueran estados independientes, con
el objetivo de apropiarse de nuestros recursos.
—¿Cómo entra la idea de
Nación en este contexto internacional?
—La Nación, el Estado-Nación,
está siendo atacado por múltiples frentes. Nos dicen que es una construcción
burguesa, que ya fue. Pero sin Estado-Nación no hay defensa de la soberanía ni
de los recursos naturales. El territorio, la lengua, la historia, las tumbas de
nuestros padres, todo eso forma parte de una identidad nacional que está bajo
asedio.
Hoy, los Estados periféricos
enfrentan una ofensiva neocolonial. Empresas multinacionales sobrevuelan como
buitres nuestros territorios. Y detrás de ellas hay proyectos de ocupación:
económica, cultural, militar. El litio, el petróleo, el oro, el agua. Quieren
todo. Y si no tienen gobiernos títeres, van por la ruptura territorial. En
Mendoza, en Jujuy, en la Patagonia, ya hay discursos separatistas, de elites
que sueñan con negociar sin el Estado nacional.
—¿Qué lugar ocupa el
peronismo en esta etapa?
—Estamos en una etapa que ya no
es la del kirchnerismo. Esa fue una etapa con desafíos distintos. Néstor y
Cristina gobernaron con una región integrada, con Lula, Chávez, Evo, Correa,
Lugo. Hoy el mundo está en guerra. Hay una tercera guerra mundial en curso, y
eso nos obliga a pensar en una nueva estrategia.
El peronismo tiene que recuperar
la conducción del movimiento nacional de liberación. Tiene que formar cuadros,
como decía Perón. Pero cuadros de carne y hueso, como los compañeros que
conducen un comedor o una copa de leche. Esa es la política concreta, la que
enfrenta el hambre, la que resiste en los barrios.
—¿Se puede militar una
lista cuando hay diferencias con los nombres?
—Claro que sí. Perón lo decía:
unidad de concepción para la unidad de acción. No se trata solo de simpatías
personales. Se trata de disputar un rumbo. Hoy, militar una lista no es solo un
acto electoral. Es resistir el ajuste, frenar la entrega, ponerle un límite a
Milei.
Hay que reconstruir la conducción
desde los conflictos. Apoyar a los compañeros que están en la pelea cotidiana.
Por el salario, por la salud, por el transporte, por la dignidad. Porque si el
plan económico de Milei estalla, como parece que puede pasar, hay que estar
preparados.
—¿Cómo evaluás la
coyuntura económica?
—Estamos viendo una corrida. El
dólar ya pasó los 1300. El riesgo país se dispara. El gobierno intenta crear
una ficción de estabilidad, pero ya no se la cree nadie. Doman el INDEC,
ocultan la inflación real, pero en la calle no hay relato que aguante.
Este es un plan económico para
llevarse los dólares. Los amigos de Caputo se están quedando con todo. Es una
Argentina falopera, adicta a la deuda externa. No emiten pesos, aumentan todos
los costos, no hay crédito, y la inflación vuelve. Y como ya se gastaron todas
las cartas, la única que les queda es ajustar más.
—¿Qué riesgo ves a
futuro?
—Hay riesgo de ocupación
territorial. Bases extranjeras, mochileros israelíes caminando por la
Patagonia, la compra de tierras en todo el territorio por parte de empresas
multinacionales y de empresas locales, por supuesto además el auge de la
explotación petrolera, del oro, la plata, el litio, generada con un estado
mínimo, con una sociedad que piensa en destruirse a sí misma, explotación de
recursos sin regulación, militarización. Y una sociedad confundida, que pelea
por boludeces mientras el país se entrega.
La batalla es cultural, pero
también material. Nos quieren pobres, desorganizados, enfrentados entre
nosotros. Por eso hay que reconstruir un programa nacional. No de la etapa
progresista. Otro. Uno que reconozca que estamos ante un cambio de época.
—¿Cómo ves al peronismo
en relación a todo esto?
—En reconstrucción. Está
cambiando la conducción. Se está reorganizando. Hay una lógica de presión y
consenso. Y hay una figura que avanza con legitimidad territorial: Axel
Kicillof.
Tenemos que ganar elecciones. No
por un cargo, sino porque la única forma de torcer el rumbo de la desgracia es
con poder político. Y si no se puede por la vía electoral, habrá que acompañar
los conflictos que vienen.
El pueblo argentino es
insurreccional. Lo fue siempre. No hay que olvidarlo. El peronismo tiene que
estar preparado para asumir la conducción política de la nación y llevar
adelante una verdadera transformación, la revolución peronista, como decimos
nosotros.
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