— Frente al asesinato y la tortura de estas pibas sentimos dolor, furia y muchos interrogantes. No se trata de hechos aislados: son parte de una trama que lleva años. En la provincia de Buenos Aires las empresas de narcotráfico han crecido y se mueven cada vez con mejores condiciones, porque el Ministerio de Seguridad no se ocupa de combatirlas. Prefieren atacar a los pueblos antes que enfrentar a las mafias. Eso se combina con un Gobierno Nacional que elimina políticas de cuidado —como el Ministerio de Mujeres— y que habilita la violencia patriarcal.
— Además, está la realidad de la prostitución. Como dijeron sus familias, estas chicas salieron a buscar el mango como pudieron y la prostitución se hizo presente. No hubo programas ni políticas que pudieran contenerlas. Algunas de ellas paraban en Flores, expulsadas por el gobierno de Jorge Macri, que hostiga a trabajadoras de la calle y a vendedores ambulantes.
— Muestra un marco neoliberal, neofascista y de neomachismos. Las bandas narco deciden con quién trabajar y a quién masacrar, y las pibas del barrio quedan en la mira. Lara, Brenda y Morena fueron víctimas de un hecho atroz que desnuda la época. Y a eso se suma algo histórico: la tendencia a juzgar a las víctimas, a las familias, al contexto. Yo misma me reconozco a veces cayendo en eso. Pero esa mirada nos aparta de lo central: discutir la raíz, ir contra los responsables, contra los que violan, torturan y matan.
— La respuesta del Estado y la justicia es escandalosa. Si alguna de nosotras publica algo sobre Palestina o una compañera insulta a un dirigente, enseguida la vienen a buscar y puede pasar días presa. En cambio, estos tipos nos violan, mutilan y asesinan, y lo único que tenemos son cuatro detenidos, entre ellos una piba de 18 años.
— El machismo no es un capricho de las feministas. Es una realidad de opresión que destruye vidas, nos explota, nos utiliza. El crecimiento de la prostitución y del patriarcado en nuestros barrios no es casualidad: es producto de este momento histórico. Y por eso la respuesta también tiene que estar a la altura: salir a las calles, denunciar, acompañar a las familias.
— Ya no alcanza con decir Ni Una Menos. Estamos cansadas de repetirlo. Hoy lo que vamos a gritar es: “Basta, ni olvido ni perdón”. Como nos enseñaron los movimientos populares, no vamos a parar hasta lograr el castigo a los responsables intelectuales y materiales.




